La sanidad, la educación y las pensiones, son los tres pilares sobre los que se asienta nuestro Estado de Bienestar. Así se refrendó en la norma suprema del ordenamiento jurídico español que es la Constitución Española.
La sanidad pública, por tanto, habrá de garantizar a la ciudadanía la protección de nuestra salud con las coberturas suficientes para atender las necesidades de protección social de la sociedad a la que sirve.
En cambio, a base de ir privatizando paulatinamente los servicios públicos gobierno tras gobierno, hemos llegado al punto de ser los y las protagonistas de acontecimientos tan alarmantes que más que protegernos, han puesto en riesgo nuestra salud, rebasando incluso esa barrera.
Ha sido necesario llegar hasta aquí para darnos cuenta de cuánto nos jugamos.
Más de la mitad de los andaluces considera, seis años después de la llegada de Juan Manuel Moreno Bonilla al gobierno andaluz, que la sanidad pública no funciona como debe siendo necesarias reformas estructurales que inviertan la curva de del gasto en la sanidad pública andaluza, hoy el más bajo por habitante de toda España. No vale el modelo que fomenta la inversión en la sanidad privada con un crecimiento constante de conciertos con empresas sanitarias para operaciones y pruebas médicas que se pagan con el presupuesto de la Junta.
La crisis del cribado de mama que está sucediendo en Andalucía, que aún está por ver su dimensión real, no se resuelve con la dimisión de la consejera de salud.
Hace tres años la Asociación en Defensa de la Sanidad Pública de Andalucía ya alertó que el cáncer de mama en Andalucía era tres veces más prevalente que en el resto de España. Las mujeres sobrevivían menos. Y se mueren antes porque el diagnóstico se hace tarde.
Existen estudios científicos suficientes que demuestran que las consecuencias de las privatizaciones se manifiestan en la reducción de la calidad y la esperanza de vida de la población general, esa que sufraga y mantiene esa sanidad de todos y para todos. En cambio, las muertes evitables aumentan.
El escándalo del cáncer de mama nos ha mostrado a las claras el deterioro paulatino y manifiesto de nuestra sanidad pública en Andalucía, dejando bajo mínimos la credibilidad del gobierno andaluz.
Si ante esta realidad no hacemos una reflexión colectiva y madura que despierte conciencias para salvar uno de los pilares de nuestro estado del bienestar para restituirlo como un derecho intocable, que la sanidad pública siga siendo pública sólo en el título, llegará el día en que, como sociedad, nos reprochemos haberlo permitido.





