Durante décadas, los libros de texto, la literatura científica y los artículos de divulgación han afirmado que el mosquito Culex pipiens molestus —el mosquito capaz de reproducirse en sótanos, túneles y estaciones de metro y que pica preferentemente a humanos— había surgido en Londres y el norte de Europa hace apenas un par de siglos a partir de la variante que pica a pájaros, Culex pipiens form pipiens. El insecto alcanzó su fama durante la Segunda Guerra Mundial en la capital británica y parecía tan perfectamente adaptado a la vida subterránea que se asumió que debía haber evolucionado allí, convirtiéndose en un ejemplo clásico de evolución rápida en ciudades modernas.
Ahora, un artículo publicado en la revista Science, liderado por la Universidad de Princeton y en el que ha participado el investigador de la UCO Daniel Bravo, refuta por completo esta teoría, y revela que el mosquito surgió en realidad hace más de un milenio en el Mediterráneo u Oriente Medio, antes de que aparecieran los primeros sistemas de metro europeos y a miles de kilómetros de distancia.
Los análisis genómicos desarrollados en el marco del estudio internacional «cuentan ahora una historia radicalmente diferente», explica la doctora Carolyn McBride, profesora asociada en Princeton y coautora principal del estudio. De hecho, el trabajo apunta a que el mosquito ya estaba adaptado a convivir con humanos hace más de mil años, probablemente asociado al desarrollo de las primeras sociedades agrícolas en el Mediterráneo oriental o el Antiguo Egipto.
Nuevas pistas sobre la transmisión del Virus del Nilo
Tal y como explica el investigador del Departamento de Parasitología de la Universidad de Córdoba Daniel Bravo, el hallazgo no sólo cambia la forma en la que es entendida la adaptación urbana, sino que también ayuda a clarificar cómo se produce la transmisión del virus del Nilo Occidental (VNO).
Según detalla el doctor Bravo, las dos formas del mosquito Culex (tanto la pipiens, que pica a aves, como molestus, que pica preferentemente a humanos—) a veces hibridan, y cuando lo hacen pueden originar mosquitos que pican tanto a aves como a personas, lo que facilita que el virus «salte» al ser humano.
Ahora, el trabajo muestra que la hibridación real es mucho menos común de lo que se pensaba, y se concentra sobre todo en grandes áreas urbanas donde la densidad humana es mayor. De hecho, tal y como indica el primer autor del trabajo, Yuki Haba, los datos revelan que la urbanización, más que la latitud, favorece la mezcla genética entre formas.
Este cambio de paradigma implica, por lo tanto, que los riesgos de del Virus del Nilo Occidental no dependen únicamente de la presencia de mosquitos, sino también de la propia configuración urbana. «Nuestro trabajo proporciona nuevos conocimientos sobre cómo este mosquito varía genéticamente de un lugar a otro, información que creemos que nos ayudará a comprender mejor el papel que desempeña esta especie en la transmisión del virus del Nilo Occidental de las aves a los humanos» subraya Daniel Bravo, ya que «para la salud pública es clave saber dónde y cuándo se hibridan estas poblaciones, porque ahí es donde se genera el puente epidemiológico de transmisión de patógenos hacia el ser humano».
Obtener estos resultados no ha sido sencillo. Ha requerido la colaboración de alrededor de 150 organizaciones de todo el mundo para reunir 12 000 muestras de Cx. pipiens que reflejaran adecuadamente su diversidad geográfica y genética, explica el doctor. Haba. El artículo pone de relieve, además, la necesidad de incrementar los muestreos comparativos entre áreas rurales y urbanas, así como de desarrollar marcos de vigilancia genómica que permitan evaluar los cambios espacio-temporales en la estructura de estas poblaciones.






