
La educación pública, nuestra esperanza.
Cuando buscamos la palabra sociedad en el diccionario, por mucho que profundicemos en su definición, no encontramos ninguna alusión a la educación pública. Y, sin embargo, es uno de sus pilares fundamentales. Porque la educación pública es el cimiento donde se construye una sociedad para todos y todas: una sociedad empática, igualitaria, solidaria y amable.
Pero, ¡ay, mi querida educación pública! Hoy estás abandonada, arrinconada… incluso desolada. Por esos sepulcros blanqueados que se hacen llamar políticos. Políticos que manejan los recursos públicos a su antojo, creyendo que lo que hacen es lo correcto.
Si supieran que gracias a ti, y gracias a la sociedad que tú formas, están ahí… quizá recapacitarían. Quizá entenderían que la educación pública no se descuida: se cuida, se mima y se dota.
¡Ay, mi querida educación pública! Cuántos daños te están haciendo. Cada día con menos recursos, con menos ayudas… cada día, más política para privatizarte. Si ellos supieran el bien que haces, el bien que has hecho y que seguirás haciendo… te cuidarían.
Te mimarían.
Tú, que abres tus puertas y abrazas a todos los niños y niñas por igual. Sin mirar ideologías, sin mirar el color de la piel, sin mirar las necesidades educativas especiales, ni la clase social. Para ti, todos y todas son iguales. Todos y todas son magníficos. Irrepetibles.
Tú, que das lo mejor de ti. Tú, que luchas día tras día para conseguir lo mínimo, mientras los unos y los otros —el Ayuntamiento, la Delegación, lo local, lo autonómico— se pelean por decidir de quién depende cada cosa.
¡Ay, mi querida educación pública! ¡Qué triste estás!
Pero no desesperes. Porque mientras haya un niño o una niña caminando a tu lado, seguirá amaneciendo. Seguirán floreciendo las plantas, los árboles, las flores.
Y tú… seguirás creando futuro. Una sociedad del mañana. Una sociedad más justa, más humana.
Y recuerda: no estás sola. Mientras quede un profesor o una profesora apoyándote, mientras haya una asociación de madres y padres defendiéndote, nunca estarás sola.
Nunca dejes de soñar, mi querida educación pública. Te queremos… hasta el infinito y más allá.





