Disponer de motivación para seguir aprendiendo a lo largo de nuestra vida, hace sentirnos no sólo personas más instruidas. Tiene un efecto saludable que nos proporciona un mayor bienestar social.
Ese efecto y otros como la autoestima, la autonomía, las habilidades cognitivas y sociales, son algunos de los beneficios que nos da disponer de acceso a la educación.
A pesar de los nubarrones que alertan sobre la estabilidad del sistema educativo, la educación destinada a las personas adultas, es un recurso al que debemos destinar todo nuestro aliento como sociedad porque contribuye con enormes beneficios sociales a quienes acuden a ella, promoviendo una mayor cohesión social y el fomento de más participación ciudadana beneficiando tanto a la propia democracia como a la economía.
Y es que es, la educación de adultos, el proceso continuo que ayuda a las personas
adultas a mejorar sus habilidades, a adquirir, actualizar o mejorar su posición escolar completando su ciclo formal (como la ESO o el Bachillerato) desarrollando
conocimientos y hasta, podría decirse que, ensanchando el alma.
Permitir volver a estudiar a quien tuvo que abandonar los estudios, es saldar una deuda contraída con quien no disfrutó de una infancia o una adolescencia normal y en especial con quienes tienen menos oportunidades.
Es reconocer el derecho a la educación a lo largo de la vida aceptando la necesidad de adaptar su función socializadora a las necesidades de los adultos como forma de no dejarnos atrás a nadie que sienta el deseo de crecer, ya sea a través de la alfabetización, sesgo este cada día menor en nuestra comunidad, afortunadamente, o en el resto de estudios reglados.
Permitir volver a estudiar a quien tuvo que abandonar los estudios, es saldar una deuda contraída con quien no disfrutó de una infancia o una adolescencia normal y en especial con quienes tienen menos oportunidades porque de ahí es de donde nos retornan emocionantes historias de éxito en la corrección de riesgos de exclusión social y la promoción de la igualdad de oportunidades.
Es, por tanto, una manera inteligente de desarrollo que fomenta las capacidades intelectuales y sociales aportando, además, un valor añadido para el mundo laboral que, seguro, aprovechará ese potencial.
Por eso, es preciso seguir apostando por el servicio público que es la educación permanente de personas adultas para el que, por casualidades de la vida, la oferta privada no muestra interés alguno.
Así pues, más educación de adultos, para quien lo necesite.






