
Ahora trabajo en el mundo del espectáculo. Ya ves, yo, que estoy en las antípodas de lo que mínimamente pueda ser espectacular. Pero aprendo cosas. Y aunque me dan mucho coraje los anglicismos que se usan en la jerga del sector, tengo que rendirme, maldita sea, al aceptar que “show” es más acertado que “espectáculo”. Mostrar algo para que alguien lo vea. Eso es un show. Y siempre hay una intención cuando alguien, premeditadamente, muestra algo. Quiere conseguir que quién lo vea, lo sienta. Por lo que sea, pero que le altere su estado emocional.
Cuando haces un show de treinta y cuatro desfiles procesionales católicos a la vez, tienes una intención. Y resulta que no es ganar dinero, ni generar empleo, ni ayudar a alguna causa social. Se tenga en cuenta también que no te cuesta ni un duro hacerlo, ni en seguridad, ni en limpieza, ni en personal, que así cualquiera monta un show. Pero entonces, si no es lucro, ni desarrollo social ¿qué intención motiva el show? Venga. Al rincón de pensar.
Los desfiles procesionales católicos son una expresión cultural del pueblo andaluz. Es un lenguaje escénico, que si lo has vivido desde que naces, no te es extraño, ni te genera desconcierto. Siempre ha habido procesiones. Sucedían una vez al año, como el carnaval, la feria, los patios, las cruces … Tenía sentido. Te encajaba, aunque no fueses fan. Y era fácil entender que durante unos días la ciudad hiciera de escenario.
Las expresiones culturales se meten en agenda y eso les da su sitio, su identidad. Si te sales de la agenda, si deslocalizas tu show, a lo mejor lo estás convirtiendo en otra cosa, con otra intención que ya se aleja un poco de ser una pieza más de la identidad cultural que la contemplaba en el calendario. Y además, sin duda, has perdido tu sitio especial en la agenda, porque ahora los tienes todos. Ya no eres especial. La Semana Santa ya no tiene sentido.
Aunque podamos seguir jugando a decidir si el show católico es cultural o es religioso, cuando rompes la agenda, se te ve el plumero. El show se convierte en una demostración de fuerza, porque lo hago cuando quiero y como quiero. Le afecte a quien le afecte, porque la ciudad es mía. Es católica, y está ahí para todo lo que los católicos quieran hacer para mostrar (show) su fe. Ya no es un show callejero de primavera, ya es una imposición de una manera de vivir fomentada por quienes tienen la potestad de permitir esa imposición.
Al loro. La cultura es poderosa, decide cómo funcionan las cosas, aunque no se note. Es el camino perfecto para que la religión se institucionalice. Lo de ir a misa ya sabemos que no funciona, pero las procesiones llenan de jóvenes las calles. Así que procesiones, y si son muchas, mejor, y si son en la celebración del Día de la Hispanidad, mucho mejor y mucho más nacionalcatólico todo.
La cultura no divide, diferencia. La religión divide, enfrenta. Puede haber varias maneras de entender la vida, y si respetan lo humano, podemos aceptar sin problema las que no se parecen a la nuestra. Pero no puede haber varios dioses, porque solo uno es verdadero y absoluto. Por eso cada cual quiere imponer a su Dios sobre el del otro, porque solo uno puede ser verdad, y tiene que ser el mío.
No cometamos el error de permitir que la cultura divida. Las procesiones en Semana Santa son cultura. Todas las demás, son imposición de una religión, que divide.